“Lo real nunca soporta la comparación con el ideal”
ONFRAY
Las fantasías sexuales son representaciones mentales imaginarias, a veces involuntarias y otras voluntarias, que provocan una amplia gama de deseos y emociones, desde placenteras y excitantes a incómodas y desconcertantes. Es una importante actividad erótica que permite trascender la realidad, creando situaciones que favorecen los deseos, sueños y esperanzas de quien las dirige. En muchas ocasiones, infringen las reglas morales, religiosas, sociales e incluso sexuales. Es por esto, que en nuestra cultura, suelen estar asociadas a lo íntimo, a lo que no se cuenta, a lo prohibido, al morbo, al vicio, a lo sucio, a lo pecaminoso... Y sin embargo, son la práctica sexual más habitual, llevada a cabo por todos, tanto por hombres como por mujeres, en pareja o a solas.
Las fantasías pueden ser de diversos tipos y tener diversas funciones, pero siempre hay algo en común, un deseo. Y es lo que ocurre con ese deseo, a lo que tenemos que prestar atención para saber si nuestras fantasías pueden pasar de lo íntimo a lo compartido. Según lo que le suceda a nuestro deseo podemos dividir las fantasías en dos tipos, las que nos preparan, de alguna forma, para la acción y las que sustituyen a la acción. Las primeras, son aquellas fantasías que anticipan la acción, que nos permiten regodearnos en lo que puede suceder y ensayar antes de que suceda, nos erotizan, nos predisponen para las relaciones y consiguen mantener un nivel adecuado de excitabilidad. Es decir, aquellas que nos orientan hacia nuestro deseo. Las fantasías que sustituyen a la acción, son aquellas que nos sirven como evasión momentánea de la realidad o que nos excitan pero son tan desagradables que el hecho de pensarlas fuera del momento erótico nos da pavor, aquellas que tratan de compensar los aspectos desagradables o frustrantes de nuestra vida y suponen un respiro cuando nos encontramos abrumados con problemas cotidianos. Las que son el refugio de los deseos que no pueden ser realizados y nos permiten transcender nuestra limitada realidad.
A la hora de compartir las fantasías sexuales con nuestra pareja no constan reglas fijas, ni más límites que los que cada uno se fije, pero para evitar conflictos sí existen varias recomendaciones generales a tener en cuenta. Todas aquellas fantasías que sustituyen a la acción no son conveniente compartirlas. Bien porque su contenido es desagradable o bien porque implican a personas o actos que no están al “alcance” de nuestra realidad. Para compartir y realizar las fantasías que nos preparan para la acción, es conveniente tener en cuenta que lo que a mí me excita no tiene porque excitar al otro, que no generen celos e inseguridad en la pareja, que no impliquen a terceras personas y mucho menos cercanas (a excepción de parejas abiertas), sean realizables y realistas, ambos quieran llevarla a cabo y, sobretodo, estemos preparados para sus posibles consecuencias porque como bien dice Michael Onfray “Lo real nunca soporta la comparación con el ideal” .
Ana Adán